No dejemos de tomar en cuenta a otros ejemplos menos mediáticos como el cantante de cumbia Lucho Cuellar y el cómico Pablo Villanueva (Melcochita).
Estos personajes han actualizado el tema de las relaciones amorosas entre sujetos con mucha diferencia de edad. Ante lo cual, hay desde los que condenan estas relaciones hasta los convertidos amantes de las “ninfas”; y no olvidemos a los que esbozan una sonrisa solapada que los convierte en cómplices inconscientes en el deseo por probar una relación casi incestuosa.
No voy a enumerar juicios de valor al respecto, por el contrario, intentaré ofrecer ciertas luces acerca de lo que me han interpelado mis alumnos y colegas:
¿Qué lleva a un hombre y a una mujer muy menor, iniciar una relación que es social y afectivamente complicada?
Estructuraré mi ensayo de explicación en tres vectores:
- El hombre maduro
- La adolescente-mujer
- El inconsciente del amor
El hombre maduro: sabemos que el varón adulto maduro debe comenzar a convivir con el preludio de la pérdida de su homeostasis corporal, la cual incluye una declinación vertiginosa de la capacidad durativa, repetitiva y potencial de su rendimiento sexual. La psicología ofrece una explicación simple de esta conducta varonil:
La adolescente-mujer: en su avance sin límites en la conquista de espacios, la mujer no se sacia con trascender en temas políticos, económicos o sociales, al parecer también quiere demostrar su potencial en el manejo de las relaciones afectivas. Debo admitir que esta afirmación parece no soportar una pesquisa psicológica, pero si lo pensamos bien, el desarrollo humano femenino está caracterizado por quemar más rápido sus etapas, superándose a ellas mismas en todos los aspectos. Es decir, una adolescente puede lograr alcanzar, más prontamente, una comprensión de las implicancias de participar en un idilio con esas características, obteniendo para sí un saldo muy rentable: experiencia y estabilidad amorosa/económica.
El inconsciente del amor: indagar en el inconsciente amoroso es una odisea apasionante. Dada la complejidad de esta aventura, sólo daré un bosquejo de lo que se trata este vector.
El inicio de una relación con mucha diferencia de edad obedece a mecanismos inconscientes, les ofrece la ilusión de satisfacer sus deseos inconscientes.
El inconsciente masculino se caracteriza por la elección de un objeto amoroso al cual poseer hasta el punto de ponerlo en “el lugar del muerto”. El deseo del varón sólo puede funcionar con la condición sine qua non de que el objeto amable y amado funcione como un muerto. Por sobre todo le conviene que el otro no pida, que es lo mismo que decir que no debe faltarle nada, a partir de lo cual el varón se esfuerza por controlar y dominar la muerte de su compañera amorosa deseante: “A ella no le falta nada…tiene todo en la casa…No necesita trabajar…, y todo en armonía. Todas estas frases estereotipadas nos recuerdan que el objeto de amor no tiene nada que pedir, que está colmado, al abrigo de la necesidad, encerrado en su burbuja. Al respecto, una pareja mucho menor suele aceptar con mayor facilidad dichas condiciones y se somete a cambio de satisfacer sus aspiraciones inconscientes.
De hecho, el varón mantiene un gusto inmoderado por la prisión amorosa. Se desvive para que su objeto de amor conozca los privilegios de una cárcel de primera clase. Además, para no excederse, puede esforzarse por ennoblecer a su objeto amoroso afeándolo. Este es uno de los homenajes más refinados que puede brindarle, ya que aun con sus galas poco favorables, lo ama igual, es decir tanto más cuanto que el objeto es cada vez más indeseable. Por lo demás, cuanto más indeseable se revela la pareja amorosa, más se justifica que esté bien muerto. Recordemos, al respecto, las estrategias de la mayoría de varones, que enfundan a sus compañeras femeninas en una armadura indumentaria dispuesta de tal manera que no se vea nada comprometedor, en nombre de un sin número de racionalizaciones sobre las “leyes del mejor gusto y del buen vestir”, como: “Eso te hace ver como una cualquiera…con esa ropa parece que estas buscando marido…ya eres madre y no te puedes poner eso”, etcétera.
En conclusión, la incertidumbre que aniquila a la adolescente-mujer explica en gran medida su afinidad con las infamias del varón maduro. Como es lógico, en semejante encuentro, una desgracia nunca viene sola… Más vale ser solidarios.